martes, 27 de enero de 2015

EUROPA A LA CHINA (2). ¿Europa a la china? No, gracias



La última cena. Zeng Fanzhi (2001)

Qué hacer entonces, decíamos. En España, por ejemplo, arreglamos el país en los bares o echando un pitillito en la puerta del trabajo; y la fuerza, que se ha escapado por la boca, nos falla a la hora de actuar cuando y donde toca. El día 25 de mayo de 2014, día de las Elecciones Europeas, tocó. Conforme al pronóstico, las urnas no concitaron tanto interés como El Mundial de Brasil. Contra pronóstico, en cambio, el diezmado electorado español y europeo dio un aviso peligroso –dicen los expertos– pero muy oportuno porque logró cosas inauditas, desde dimisiones de altos cargos políticos hasta burdas descalificaciones –frikis (literalmente), populistas (a modo de insulto, contra la definición del DRAE), utópicos, etc.– dirigidas a los nuevos parlamentarios electos de Podemos. Ningún político ni ningún periodista se había atrevido antes a descalificar con tan poco recato a un adversario.

El día 25 de enero de 2015, hace dos días, les tocó a los griegos. ¿Qué hicieron? Dar el mandato de gobernar a Syriza, el partido hermano de Podemos. Quizá sea porque no sé griego, pero todavía no he oído a nadie descalificar ni a Alexis Tsipras ni a su partido. La desesperación griega no es comparable a la española, hay que admitirlo, y a partir de este momento habrá que ver cuánto consigue el nuevo gobierno. Pero, como español, espero que cunda el ejemplo entre nosotros. Me explico. Nos guste o no el resultado de esas elecciones, Grecia nos ha vuelto a dar una lección simple de democracia. Grecia ha dicho: lo que no funciona hay que cambiarlo.

Regreso a España. En aquellos días post-electorales de mayo de 2014, se habló mucho de lo correcto y de lo  incorrecto. Ser “popular”, evidentemente, era y es correcto aunque implique la mayor inexactitud de las siglas y del ideario de un partido político. Y ser “socialista” o de izquierdas era y es algo que viene dado por un carné y que, por tanto, puede que no todos los afiliados tengan claro que hace falta demostrar con cada acción cuando se ocupa un cargo público. Por el contrario, ser “populista” era y es entendido como ser chavista en Venezuela o peronista en Argentina. Esa es la capa de desprestigio con la que los partidos consolidados se apresuraron a imprimar las letras de Podemos, un partido que surge de la desesperación del pueblo y que se nutre de él –sin aparato, barones, compromisos financieros, etc.– todavía.

El hecho de que esos nuevos partidos en auge resulten amenazantes para el Partido Popular –que trabaja para el 1% del pueblo, aunque le vota fielmente una cuarta parte del electorado– me parece normal. Esa fidelidad de voto incondicional, cumpla o incumpla el programa electoral, lo mantiene ya en el gobierno ya en la oposición; y cuando el voto crítico de la izquierda se disgrega, obtiene la victoria. Ahora bien, que los partidos de izquierdas no quieran ni sentarse a hablar con esos otros que claman, como ellos, por la Europa de los pueblos y en contra de la Europa de los mercaderes… Que el cálculo electoral y los entresijos de la jerarquía del partido determinen hasta ese punto a los políticos con –supuesta– conciencia social es imperdonable. ¿Será esa la razón primordial por la que el PSOE no remonta en la intención de voto?

Si esas son las cosas que trae el bipartidismo, je l’emmerde (que me suena mejor que lo que diría en español). Dicen que el bipartidismo asegura la estabilidad. Y digo yo: ¿la de quién? El bipartidismo que sirve sólo para perpetuar a los jerarcas en sus puestos y para politizar y enfrentar a la gente por bloques ideológicos, no nos sirve. Los políticos que no dialogan –con respeto, prescindiendo de la dialéctica de la bronca y del insulto– y no negocian ni pactan nunca, nada, no nos sirven. Cuando la vida política se ha convertido en campo abonado para el chantaje financiero y, por tanto, para la corrupción y para el incumplimiento de los programas electorales, no nos sirve. Y si, por eso, la clase política se ha convertido en el escudo legitimador de los poderes fácticos y demuestra mejor disposición a conceder al capital sus exigencias implacables que a atender las necesidades de los ciudadanos, ¡no nos sirve!

En España se habla mucho de la refundación de nuestra democracia, de la reforma de la Constitución. Bla, bla, bla... Creo que en este momento habría que hablar muy seriamente de la refundación de la Unión Europea. Europa saldrá de la crisis, claro que sí, pero lleva camino de salir a la manera de China o de Rusia, donde sólo los ricos disfrutan de la prosperidad. A las élites dominantes de hoy poco les importan los símbolos y las ideologías mientras contribuyan a sus fines. La prueba es que el comunismo capitalista chino o el capitalismo nacionalista post-soviético obran resultados.

El modelo productivo de ciertas potencias es envidiable: regiones superpobladas, con muchas decenas o con cientos de millones de habitantes dispuestos a intercambiar jornadas laborales de 16 horas por unas pocas monedas, en condiciones sanitarias pésimas, sin medidas básicas de seguridad y donde, si hace falta, cualquier trabajador se matará por hacer el turno de noche si no tiene dónde pasarla. Con tal oferta de "perspectivas de crecimiento", cómo no hacer negocios con cualquier país no democrático. Lo que importa de una economía –antes se decía "país"– es la producción a costes mínimos y el consumo a la máxima escala. Lo que menos importa es si garantiza o no los derechos humanos, el bienestar social o unos servicios públicos básicos. Eso es la “competitividad”.

Esa clase de competitividad brutal a la china, a la coreana o a la india, que se había desterrado en Europa, es la que parecen añorar los "ideólogos" del crecimiento económico; la competitividad que, según se nos quiere hacer creer, ha sido aniquilada por el “estado del bienestar”. Durante décadas los europeos hemos disfrutado de un periodo sin guerras, exceptuando las de Los Balcanes, en el que se han garantizado derechos razonables, libertades fundamentales y servicios públicos suficientes para facilitar el desarrollo y el bienestar físico y moral de los ciudadanos, o trabajadores/consumidores. Así que ahora debemos creernos que la culpa de la situación crítica actual es del exceso de bienestar y callar. Entretanto, los altos responsables de la pésima gestión del capital económico, tecnológico y humano de la Unión Europea ni tienen culpa alguna ni rinden cuentas ante nadie, por lo menos no ante las instituciones públicas democráticas.

A trabajar en formación

Hora del descanso

No hace falta pensarlo mucho. Al 99% de los europeos no nos conviene una Europa de los multimillonarios y de su clientela. Pero vamos a tener que gritarlo hasta la afonía. Los dos grandes bloques políticos del continente sólo dan tibias respuestas que no indican que vayan a actuar en defensa de sus pueblos semi-soberanos. Hoy más que nunca, la clase política está obligada a demostrar que no constituye el “cortafuegos” de la oligarquía y que está con la gente. Debe hacerlo o seremos la gente la que tengamos que actuar en nuestro propio nombre. Mientras no lo haga, no tiene ninguna autoridad para denostar esas alternativas políticas cuya virtud estriba en que denuncian, con total legitimidad, la solución que unos pocos han planeado para toda Europa y que se inspira en las economías emergentes y en potencias emergidas tan ambiguas como China o Rusia.

Pensándolo con más detenimiento, a la Civilización Occidental tampoco le conviene someterse al deshumanizado gobierno de los mercados. Pese a los acontecimientos históricos más execrables, Occidente se ha definido, se ha diferenciado de otras civilizaciones y ha sobresalido por el humanismo. La idea de que cada hombre y cada mujer importan y el reconocimiento de que todo ser humano tiene derechos iguales e inalienables –sin ser necesariamente descendiente de reyes, rico o burócrata del Partido– no deben ser barridos ahora por los algoritmos financieros.

Aunque iniciase estas líneas parafraseando a Dickens, no puedo sustraerme a celebrar la agudeza poética del Mercader de Venecia, de William Shakespeare, obra en la que la usura se muestra en estado puro. ¿No es cierto que el buen Shylock sólo reclama su media libra de carne en pago del préstamo? ¿Qué relevancia tiene entonces que el medio kilo se lo extirpen a Antonio de un glúteo, de las lorzas de la cintura o del corazón? La justicia de los mercaderes es apocalíptica; será por eso por lo que hay gobernantes que insisten en hacer las cosas como Dios manda mientras tratan de moldear una nueva Europa, roja o rosa para las masas y liberal para los multi-millonarios. ¿Una nueva Europa, a la china? ¡NO, GRACIAS!


lunes, 26 de enero de 2015



Foto: El Mundo (09-03-2010)

Me apostaría la paga extra –aunque no hace falta apostar para que te la sisen, siendo un asalariado– a que, sin haber leído el célebre exordio de Historia de dos ciudades, de Charles Dickens, casi todos los españoles podríamos parafrasearlo convincentemente. Sería algo así como: “Aquellos años fueron los mejores y los peores tiempos de nuestra historia, un periodo de sabiduría y de estulticia, la época de la fe y de la incredulidad, la estación de la luz y de la oscuridad, la primavera de la esperanza y el invierno del desaliento; en que parecía que lo teníamos todo pero, en realidad, no había nada para nosotros porque, después de que el Ibex-35 hubiera tocado el Cielo, el país entero fue condenado a descender al Infierno”.

En cristiano: nuestra travesía democrática no nos ha conducido a la tierra prometida sino a un espejismo decorado con cornucopias y oropeles de cartón-piedra que, para colmo, los embaucados tendremos que pagar a plazos con hambre, sudor o lágrimas por tiempo indefinido. Mientras, otros seguirán gozando por defecto del divino perdón o del derecho al rescate cada vez que les haga falta, aunque se hayan arruinado solos o hayan arruinado a su clientela. Me refiero a los altos directivos y ejecutivos del sector privado y del sector público, que no pueden perder sus indecentes bonificaciones, a los bancos, a los clubes de fútbol grandes, a los grandes defraudadores y evasores fiscales, a las compañías hidroeléctricas, a los promotores-concesionarios de autopistas de peaje y a todos los demás intocables del país.

“Mire usted”, dirán, “hay que arrimar el hombro si queremos que España sea fuerte y próspera. Hace falta sacrificio y compromiso democrático”.

¡Alto, alto, alto ahí! Con la democracia y el sacrificio selectivo hemos topado.

Hace algún tiempo empecé a montar mi propio rompecabezas con respecto a la democracia española. En estos años críticos, me he acordado mucho del notorio “todo está atado y bien atado” del General Franco. Esta recesión cronificada y nuestra necrosada corrupción han relativizado públicamente la ejemplaridad absoluta de la Transición española; así que me reafirmo en que, en estos tiempos en que además han resurgido las maneras tardo-franquistas, Giuseppe Tomasi di Lampedusa –el autor de Il Gattopardo– podría proclamar con argumentos renovados que las clases dominantes necesitan cambiar algo "para que todo siga igual”. Y creo que ese algo, ya instalado en buena parte del lado occidental del Telón de Acero y que proporcionaba tan eficaz blindaje ideológico para el capitalismo, había de traerse a España a la muerte del dictador para que todo lo importante siguiera igual aquí también. Hasta no hace tanto, sólo insinuar que algo de esto hubiera sucedido así era deslealtad antidemocrática.

Efectivamente, la "democracia" es un concepto y una palabra inviolable dialécticamente so pena de anatematización. Sin embargo cualquier "demócrata" puede violar el estado de derecho democrático en función de sus influencias y de su poder económico, acogiéndose a los laberínticos resquicios legislativos, ejecutivos y judiciales. Sin duda, a partir de la etimología, el presidente Lincoln bordó una definición tan ilusionante como falaz: el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. En la práctica, esta democracia ha demostrado ser otra cosa. Si se me permite la redefinición (sé que no), la democracia parece ser el sistema político-económico que ampara más disimuladamente los intereses de los poderes conservadores-liberales-reaccionarios, permitiéndoles aliviar la conciencia, gracias a la cesión de pequeñas parcelas de libertad y de poder y a la dosificación de cierto grado de bienestar social a través de los servicios públicos.

Sostener en enero de 2015 que la democracia española es muy perfectible suena ya a perogrullada. Incluso así, protestar por el hecho es aún motivo de reprobación hacia los atrevidos, los llamados “anti-sistema” o “populistas”; no sé si consuela que todavía no se les llame traidores, como hacen en China o en Rusia. Pero, a la vista está –de quien quiera verlo– que la fragilidad y la precariedad de las democracias, en Europa y en todo el planeta, son directamente proporcionales a la volatilidad de las bolsas, esos nuevos templos idólatras del oro, del petróleo, de las stock options, etc. En los periodos de gran precariedad no es posible el disimulo. Y lo curioso e insultante es que ni se intenta.


Mariano Rajoy con Xi Jinping. Pekín (26-09-2014)

No sólo no se intenta disimular que, desde la antigüedad, lo económico, lo político y lo religioso sigan formando un entramado más o menos sutil, sino que también se demuestra frecuentemente que la separación de poderes es un principio de utilidad higiénico-teórica que puede garantizarse hasta que empieza a amenazar a quienes no debe. No olvidemos, por ejemplo, a uno de los magistrados más notables y valientes de la justicia nacional e internacional, que fue apartado en 2012 de la carrera judicial como consecuencia de su investigación del alcance, las ramificaciones y los responsables políticos de una conocida macro-trama de corrupción que apunta al partido político del Gobierno de forma directa. Y no olvidemos tampoco que la justicia española ha dejado de ser gratuita, ya sólo se dispensa a quienes pueden pagársela, y que se muestra más tolerante con aquellos que amenazan con “tirar de la manta” y destapar las vergüenzas.

La democracia de la etimología, reconozcámoslo, ha sido siempre una utopía. En la Grecia Antigua ni siquiera la consideraron una utopía deseable. 2.500 años después, en la segunda mitad del siglo XX, el auge de los derechos civiles y las mejoras en el bienestar económico parecían recompensar el enorme esfuerzo de la sociedad en vidas humanas tras las guerras mundiales; sin embargo esos avances, ahora en vertiginoso declive, respondían más bien a la conveniencia mercadotécnica. Un trabajador no sólo produce sino que también consume productos. Si se le proporciona un buen salario y se le señalan ciertas comodidades necesarias, consumirá más. Y cuanto más crezca la población, mejor: más trabajadores-consumidores y, por lo tanto, mayores beneficios económicos. La ecuación sería casi perfecta si no fuese por el I+D+i del liberalismo, el crecimiento exponencial sin regulación.

Crecer rápidamente, y siempre más, la línea maestra del voraz capitalismo financiero; da igual que no exista ni la cantidad de “riqueza” –bienes, productos y servicios– ni la cantidad de “papel” –en billones, trillones, etc.– que pueda satisfacerlo. Sabiendo que ese es el objetivo, lo raro sería que no sufriésemos estas crisis cíclicas o que no siguiesen estallando conflictos bélicos. ¿Qué hacer entonces, dado que el objetivo de crecer sin límites parece ser innegociable? Al capital no le gusta que lo regulen. Cuando se le ponen reglas de juego, muchas o pocas, se retrae y se producen las desinversiones, las deslocalizaciones de empresas, los EREs (los despidos masivos, dicho a las claras), el fraude fiscal, las maniobras bursátiles, las recalificaciones de la prima de riesgo de los países, etc. A propósito, nadie medianamente despierto consideraría desinteresada la recalificación de Standard & Poors' de la prima española, de “BBB negativa” a “BBB”, dos días antes de las últimas elecciones al Parlamento Europeo, ¿no?


(Continúa en la siguiente entrada)


sábado, 3 de enero de 2015

POR LOS CERROS DE LA PENÍNSULA – 2 

Travesía en el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Pirineo aragonés


1–2 de mayo de 2014. Pradera de Ordesa (aparcamiento: 1.330 m) – Barranco y clavijas de Cotatuero – Circo de Cotatuero (2.020 m) – O Troco y Faixa CollatueroO Furno de Mondarruego, pernocta (2.320 m) – Grau deros Gabachos – Brecha de Rolando (2.800 m) – Clavijas y Faja de los Sarrios – Faixa RoyaIbón Chelau, pernocta (3.050 m) – La Escupidera – Monte Perdido (3.355 m) – Collado del Descargador (2.498 m) – Collado de Millaris (2.457 m) – Faixa Langa – Refugio Góriz (2.195 m) – Clavijas y cola de caballo de Soaso (1.750 m) – Pradera de Ordesa.

Representación del Valle de Ordesa

Hablando de parques nacionales, con la temporada invernal inaugurada, permitidme empezar el nuevo año dedicando la entrada a esta travesía en el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Planeada como travesía de tres días, el mal tiempo procedente del otro lado de los Pirineos aconsejó desistir de los objetivos (en gris) de la segunda jornada y de la ascensión al Mon Perdito. Las nubes se cerraron impidiendo el contacto visual con las cumbres y el viento septentrional nos empujó –litreralmente– de la fajas entre Tobacor y Tres Serols hasta el Valle de Ordesa, ya que el Refugio de Góriz estaba ocupado por completo.

Refugio de Cotatuero

La primera jornada amanece y continúa soleada, hasta la caída de la tarde. Comenzamos la marcha con la única aflicción de cómo se nos darán las clavijas de Cotatuero con tanto peso –unos 22 kilos por mochila– y de si la altura y la verticalidad de las paredes del circo no nos atenazarán. Por fotografías, sabemos a dónde vamos. Una vez allí, nos encontramos con una instalación impecable: un paso emocionante pero seguro, siempre que se utilice el equipo adecuado y se prescinda del vértigo. Al alcanzar el aliviadero de la cascada de Collatuero Baixo, los 150 metros de la vía ferrata saben a poco.

Paredes del Circo de Cotatuero. Foto: Felipe Salas
Clavijas de Cotatuero. Foto: F. Salas

Clavijas de Cotatuero. Foto: F. Salas

Clavijas de Cotatuero. Foto: F. Salas
Tras hacer mediodía, debemos cubrir los 300 metros de desnivel restantes para llegar a O Furno, punto de pernocta. La tarde nos proporciona unas horas muy agradables. Tan solo hay que tener la precaución de evitar ciertos pasos y sendas estivales por el estado de la nieve, lo que justifica seguir ascendiendo por O Troco. Las soleadas laderas de Mondarruego permiten una rápida progresión con las raquetas, así que nos entretenemos al ofrecerse a nuestra vista la Falsa Brecha, primero, la Brecha y el Casco, que ya no volveremos a ver por esta vez. Las nubes y un fino aire han empezado a saltar a este lado desde Francia… Hay que montar las tiendas a toda prisa. La noche promete ser “interesante”, palabra profética de José Luis.

Collatuero Baixo. Foto: Felipe Salas

Collatuero Baixo. Al fondo, Umbría de Ordesa y Siarra Corquera Foto: Felipe Salas
Decisiones. Foto: Felipe Salas
Decisiones. Foto: Felipe Salas
Contacto visual con La Brecha de Rolando. Foto: José Luis González
Una foto para mamá
Otra foto para mamá

Mallata Barrau, O Furno de Mondarruego. Foto: Felipe Salas

Rolando enfurece y desata la ventisca. Foto: Felipe Salas
El campamento queda montado justo a tiempo. Foto: Felipe Salas

Al día siguiente, las silenciosas auto-promesas individuales de no pernoctar en la Laguna Helada, 800 metros más alto, se ponen en común. Emprendemos la marcha hacia Góriz. Si el tiempo mejorase, ya reconsideraríamos la ascensión al Monte Perdido. Pero las condiciones tienden a empeorar. La visibilidad de las cimas es nula y el viento azota con fuerza en los collados. Según el estado de la nieve y la inclinación de las laderas, vamos intercambiando los crampones y las raquetas. Las laderas noreste de Tobacor quedan al abrigo del viento punzante. En cambio, en el descenso de Góriz a Suaso y en las propias clavijas de Suaso, el peso de las mochilas resulta fundamental para no salir volando con las constantes ráfagas, como la cola de caballo, hasta el Río Arazas.

El campamento por la mañana. Foto: José Luis González
Hay que evitar Grau deros Gabachos. Foto: Felipe Salas
Hacia el Collado del Descargador (Collata os Crabineros). Foto: Felipe Salas
Refugio de Góriz - Delgado Úbeda
Descenso desde el Refugio de Góriz. Valle de Ordesa
Descenso hacia las clavijas de Soaso. Foto: Felipe Salas

A pesar del recorte y de no hacer ninguna cumbre, la travesía ha sido muy hermosa y satisfactoria, tanto en lo personal como en cuanto al entendimiento del grupo. Las decisiones han sido las correctas y, así, el disfrute óptimo. En el día que ha quedado libre, Bujaruelo, Pineta y el Parador Nacional de Bielsa, Torla y El Duende completan el fin de semana pirenaico con otras satisfacciones que no desmerecen con respecto a las experimentadas en los circos y en las fajas de Ordesa. Allá arriba ha quedado el disfrute puro de la naturaleza y de la libertad personal, siempre ajustado por el medio y por nuestras capacidades. Nunca hay que olvidarlo.

El Monte Perdido, desde el Valle de Pineta. Foto: Felipe Salas
Mon Perdito asomando por encima de Feixa y Morrón d'es Maquis. Foto: Felipe Salas

Con este “Por los cerros de la Península – 2”, felicito el Año Nuevo a mis camaradas,
los adictos a la Adrenalina 100% y los Sanferminators Ltd.
¡PAZ, SALUD e ILUSIÓN!