martes, 6 de diciembre de 2016

Cincuenta años no es nada (2) 

Las leyes-maza de educación 



Las oscilaciones pendulares únicamente dan lugar a debates baldíos, y no sólo en la política. En estas semanas bulle la enmarañada polémica escolar de los deberes, planteada de la forma más simplista posible, como es natural conforme a nuestro carácter ibérico. La cuestión está removiéndose –“debatiéndose” sería mucho decir– en estos términos: “¿deberes: sí o no?”.  Sin embargo, entre tantas voces acaloradas que apenas aportan argumentos autorizados, las voces de los que saben se oyen poco y bajo; no obstante algunos de esos que saben teóricamente de pedagogía puede que no hayan entrado en un aula en su vida o que ni se acuerden ya.

¿Hay motivos legítimos para el debate? ¿No será este otro de esos debates de distracción? Por ejemplo, por qué no nos preguntamos si todos los centros educativos siguen pautas metodológicas afines y aplican la normativa homogéneamente en las distintas etapas. Lamentablemente, a continuación, tendremos que preguntarnos por qué no; y por qué puede llegar a haber una diferencia cualitativa tan exagerada entre los centros educativos públicos. Y podemos seguir preguntando: ¿qué debe hacerse al respecto? ¿Por qué no actúan las administraciones educativas –así, en plural, uno de los problemas en mi opinión– y los servicios de inspección precisamente en las cuestiones que justificarían su existencia?

Resueltos esos preliminares, entonces podríamos pasar a la siguiente tanda de preguntas, aunque posiblemente ya no hiciese falta. ¿Un estudiante puede lograr el éxito –o evitar el fracaso, como se prefiera– sin estudiar ni hacer deberes, es decir sin reforzar los aprendizajes del día ni prepararse para las clases del día siguiente? Si la respuesta fuese “no”, ¿a partir de qué edad sería necesario hacer deberes y estudiar? ¿Y en qué medida racional, acorde con la edad? Las sucesivas leyes educativas, con su desarrollo normativo, han proporcionado pautas más o menos claras. Pero no pocos docentes creen que la autonomía pedagógica de los centros y la libertad de cátedra dan derecho a hacer caso omiso de los reales decretos y hasta de determinados principios básicos de la metodología didáctica y de evaluación en sus asignaturas.

Claro que, por otra parte, es bastante lógico que ni los docentes ni nadie confiemos en las leyes-maza de educación, que entran en vigor con fecha de caducidad: la del cese del gobierno que las promulgó o la del día en que pierde la mayoría parlamentaria. En efecto, me refiero a las tres últimas leyes orgánicas de educación españolas que se han sucedido en menos de diez años para derribar a la anterior. De ellas, hay que explicarlo, sólo la última no ha derogado la ley precedente, provocando un maremágnum en el que ni los inspectores saben aclarar determinado tipo de consultas sobre la aplicación del currículum y la vigencia de la normativa.

La LOMCE (Ley Orgánica 8/2013, de 9 de diciembre, para la Mejora de la Calidad Educativa), conocida también como Ley Wert, “se limita” a modificar la LOE (Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación) para forzar, entre otras regresiones, la cuadratura de un triángulo muy poco constitucional: primero, el blindaje de la asignatura de religión católica dentro de la educación pública de un Estado aconfesional; segundo, la segregación por sexos en cierto tipo de colegios privados concertados (es decir sostenidos con fondos públicos); y, tercero, el controvertido derecho de las familias –del alumnado de la educación infantil, primaria y secundaria obligatoria– a elegir centro educativo público o concertado. Nada menos.

Comisión de Educación del Congreso de los diputados (1 de diciembre, 2016) 

Tras las elecciones generales del 20 de diciembre de 2015 y del 26 de junio de 2016, y la amenaza de las terceras elecciones, evitadas in extremis; la distribución actual de escaños en el Congreso de los Diputados había dejado de ilusionarnos al país entero, me atrevo a afirmar. Cómo confiar en una cámara de representantes que necesita un ejercicio completo sólo para asumir la situación y formar gobierno. En esta semana la noticia del Pacto de Estado, Social y Político por la Educación vuelve a señalarse por la cortedad de unos, el ombliguismo de otros y el extremismo de los de siempre. Cuando una comisión parlamentaria dedica varios días a debatir qué nombre se le pone al texto del pacto que pretende alcanzar… ¿Nos damos por jodidos (perdón, quería decir “vencidos”) de antemano? 

La buena noticia es que, por fin, ha llegado la hora de actuar. Aquellos a los que les importa más el lucimiento asambleario que el pragmatismo necesario para legislar en un país democrático, aquellos que se empeñan en redefinirlo todo siempre, entorpeciendo el desarrollo de los debates, y aquellos que no son capaces de adherirse a una mera propuesta para formar un grupo de trabajo por cuatro palabras que no les gustan; todos esos van a salir retratados a diario como politiquillos de tres al cuarto, por muy nuevos y prometedores que se crean. Por lo que hemos visto en este asunto del Pacto de Estado por la Educación, la “vieja política” aún tiene lecciones que darles. Pero si luego no cambian de actitud en el Congreso ni hacen los deberes ni estudian en casa, ya les anuncia este profesor que es imposible titular como políticos de provecho.

Pink Floyd - Alan Parker. The Wall, 1982.
(La enseñanza española hace tiempo que osciló al polo opuesto)


domingo, 27 de noviembre de 2016

La huella superlativa 



¿Se puede escribir al día siguiente del fallecimiento del Comandante Castro con objetividad cuando a uno lo mueven unos sentimientos tan encontrados? ¿Se puede escribir hoy algo sentido sin ofender a ningún cubano? La fascinación fraternal, histórica y sentimental de muchos españoles por la Gran Antilla y su gente es, a menudo, idealista y visceral.

A título personal, descubrir de joven que un bisabuelo luchó allá destapó la caja del interés y de las intuiciones. Después, las estampas fotográficas y literarias de la isla, el olor a café recién hecho por las mañanas, el folclore, el habla, el orgullo y la vitalidad de los cubanos, su historia reciente y tantas cosas más han estimulado desde la distancia la imaginación de este peninsular.

Sobre Fidel Castro, el tremendo hombre, el patriarca bíblico-marxista que deja esa huella superlativa en la historia –esperanzadora durante la revolución y terrible durante el régimen inmisericorde que llega a encarcelar a viejos camaradas– ya habla la prensa del día. Qué voy a aportar desde este modesto blog. Sólo me propongo animar al pueblo cubano de un lado y al del otro a hacer algo.

La Cuba que luchó por la emancipación del imperialismo colonial y del imperialismo capitalista, la Cuba que derrocó la corrupción y se plantó frente al gigante insaciable, la Cuba que ha soportado todas las calamidades con tal de no comprometer su soberanía nacional… Y la Cuba que reclama la apertura del país, la que reclama más derechos y libertades individuales y la liberación de los presos políticos, la Cuba que en esta hora “celebra al difunto”. Ambas Cubas tienen algo importante que hacer: reconciliarse.

El presidente Obama ha dado pasos valientes que el presidente Trump quiere desandar. Amigos cubanos, no permitan que su futuro dependa de la voluntad de ningún presidente de los Estados Unidos. Ustedes son los que tienen que perdonarse, reencontrarse y vivir en paz. Necesitan hacerlo, sin prisa pero sin pausa, con el amor a su hermosa isla y a la misma bandera –no es poco, se lo aseguro– por delante del rencor. Aprópiense ese éxito.

En este momento, los españoles no somos buen ejemplo. Les animo a dárnoslo ustedes a nosotros. Buena suerte. ¡Viva Cuba!


Yo no te pido. No me pidas (1975) - Pablo Milanés

domingo, 20 de noviembre de 2016

Cincuenta años no es nada (1) 

El péndulo ibérico 


Cincuenta años no es nada. Ni una sentencia judicial ya. En España esas cosas se acabaron. Aquí sería improbable que un asesino en serie fuese condenado a treinta años de prisión. Y si fuese condenado, cumplida la mitad de la pena, le aplicarían el tercer grado por el arrepentimiento verbal y la buena conducta, de modo que podría volver a practicar su hobby furtivo los fines de semana. La reinserción social del delincuente es lo primero. La ejemplaridad de la sentencia, la reparación por las consecuencias físicas, materiales y morales de los delitos y la seguridad pública, por lo visto, importan menos.

Poder expresar estas apreciaciones tan poco sutiles es lo bueno que tiene no ser letrado en leyes, aunque casi me salgo del tema de hoy antes de presentarlo. En fin, cincuenta años no serán nada pero, en este país, bastan para ver de todo. Debe de ser por la longitud del péndulo ibérico, que describe periodos de oscilación formidables en los que recorremos arcos y tocamos extremos más propios del trapecio circense que de un Estado serio.

Desde la infancia, uno ha presenciado los estertores de un dictador en su lecho de muerte, la refundación pacífica de un viejo país, la euforia de tantos derechos y libertades a estrenar, la contestación contumaz del terrorismo independentista, el espejismo del progreso y la decepción económica, política y social de una nación que, en su permanente vaivén, ya progresa, ya regresa sin constancia ni rumbo fijo; posiblemente por su menosprecio de las normas y de las responsabilidades que exige la libertad o porque “disciplina”, “ley”, “obligación” y otras palabras similares nos suenan a autoritarismo, aún viviendo en democracia, y a cosas de tontos. Vaya usted a saber.


Por si alguien se lo pregunta, ¿cómo me ha venido esta monserga a la cabeza? Probando mis patines nuevos y la nueva edad. Sí, tal y como lo estáis leyendo, este es el punto donde me salgo del tema. Veréis. Últimamente no soportaba la tortura de los patines viejos. Creía que era un problema “estructural”, de mis bóvedas plantares. Más de una vez he llegado a decirme “eso es así” –ya sabéis– para conformarme. He utilizado apósitos por dentro de los calcetines para aguantar el dolor. Pero los parches no solucionan los problemas. Hasta que, por fin, en un momento de inspiración caribe me dije: “¡Al carajo!”. Me he buscado unos patines nuevos, mejores y más chulos, y el suplicio ha terminado.

En el ruedo ibérico nada es tan sencillo, lo sé. Nos cuesta alcanzar soluciones lógicas, razonadas y consensuadas, para que puedan ser aceptadas por amplias mayorías. Aquí lo que se nos da bien son los bandazos de un extremo al opuesto. Somos capaces de columpiarnos entre la unión y la secesión, pero no detenemos el columpio ni para aplacar el mareo. Practicamos la dialéctica de bloques –no la de las ideas: buenas, malas, factibles, utópicas, etc.– y, para reafirmarnos en nuestra posición, rechazamos todas las demás tajantemente.

La radicalidad y la visceralidad nos rezuman por los cuatro costados. Deduzco, por tanto, que la ecuanimidad y el pensamiento libre-y-responsable perjudican seriamente la esencia de lo ibérico. Curiosamente, los anti-ibéricos y los rupturistas adolecen del mismo defecto. Lo nuestro es anularnos, destruirnos si hay posibilidad. Lo queremos todo pero, si no puede ser, nos consuela que nadie tenga nada. ¿Respetarnos y convivir, para qué? ¿A los maestros titiriteros de los teatrillos nacionales y nacionalistas les interesa la zurra? Pues allá que vamos, a zurrarnos la badana. Para eso sí somos muy bien mandados.


domingo, 6 de noviembre de 2016

sábado, 24 de septiembre de 2016

Fatalidad ibérica 

Apuntes de castellano y política peninsular (y II) 


Resumiendo, decíamos que “eso es así”, en su elocuente brevedad, encierra un mensaje complejo y profundo que impregna a los españoles espabilados, proporcionándoles una sentencia suprema con la que apostillar y cerrar conversaciones estoicamente. La frase vendría a sintetizar el pensamiento: “No seas tonto –o tonta– y no sufras. Resígnate porque eso es inevitable”. ¡Qué sentencia! Por mí se la regalaríamos al doctor Martin Seligman, para siempre, como muestra de cómo hemos verbalizado los españoles nuestra “indefensión aprendida” (Helplessness, 1975). Así a nadie le vendría a la mente ni a la lengua en este momento político, que nos aboca a las terceras elecciones generales tras poco menos de un año de desgobierno.


Admito que el pueblo español –de la nobleza, el clero y la alta burguesía abajo– ha sufrido suficientes calamidades históricas como para entregarse a la resignación; pero aquellas no han sido más ni más graves que las de otras naciones y estados europeos. La diferencia estriba en que el absolutismo y las dictaduras del Estado español, fortificados con la peninsularidad y la muralla pirenaica, nos han mantenido más aislados durante más tiempo. Pero los viejos pretextos, la razón de estado de los déspotas y la patria de los tiranos, ya no cuelan. Muy perfectibles aún en forma y contenidos, la educación y la información llegan a todas las clases sociales en el siglo XXI. Sin embargo, el fatalismo sigue socavando la confianza y el coraje de los españoles para poner fin a todo lo que no funciona como debería. Y no es que la gente no tenga claro lo que le gusta y lo que le disgusta; el problema es que al español medio se le va la fuerza por la boca en el bar. Lo siento pero eso es así.

Me explicaré. Hasta la llegada de la libertad de expresión, hablar críticamente de las cosas importantes ha sido un acto clandestino. El pueblo jamás ha podido desahogarse ni reclamar nada públicamente, sin ser reprimido; y el Estado, con su arbitrariedad, ha inducido al pueblo a la picardía para sobrellevar tanta fatalidad y auto-repararse por la injusticia social. Es más, ha convenido mucho que el español medio sea pillo: que se cuele en las colas, que hable a escondidas, que trapichee en negro, que no declare todo su patrimonio, etc. La pseudo-máxima de que “todo el mundo tiene un precio y quien no se corrompe es porque no tiene ocasión” todavía sostiene la superestructura del poder y excusa las conductas escandalosas de los gobernantes y de los pillos gordos del país. Incluso en democracia, lo último que necesita un mal gobernante es que el pueblo sea crítico, educado e íntegro. Luego pasa lo que pasa en las urnas.

Prácticamente en cualquier país civilizado y desarrollado, las élites intelectuales y políticas proporcionan los modelos de convivencia, exploran y proponen soluciones a los problemas y trazan el camino para sus ciudadanos. Cuando se descubre que un alto cargo no es modélico, útil para la sociedad a la que sirve, dimite o se le destituye; cuando queda probado que un diputado o senador ha delinquido, no hay aforamiento que lo ampare. Cuando un partido político no alcanza la mayoría absoluta en unas elecciones, existen procedimientos para propiciar la formación del gobierno en plazos de tiempo razonables. Pero “Spain is different”, el Ministerio de Información y Turismo franquista tenía razón. ¿Nunca nos cansaremos de manifestar esta enervante singularidad?


Hoy lo de menos es que nuestros políticos profesionales hagan promesas falsas durante la campaña electoral y en la legislatura. Lo irritante es que solo ponen empeño en ofenderse y, acto seguido, dicen que quieren dialogar y pactar con los adversarios. Ni un colegial es tan tonto-de-remate. La mayoría de los partidos tienen la creencia anti-política de que sostenerse y hacer oposición al gobierno consiste en oponerse a todo cuanto proponga el otro, aunque sus propuestas sean similares o las mismas. Los partidos de izquierda, por ejemplo, se tratan casi con tanto desprecio como el que gastan con el PP, la “Derecha Unida” española. ¿De verdad pretenden gobernar así? Y aquí viene la puntilla: unos y otros están arrastrando al país a la reedición del enfrentamiento secular de las dos Españas; un dramático retroceso histórico después de que aquellos viejos enemigos de la guerra civil y la posguerra se sentasen a la misma mesa para redactar la Constitución española de 1978.

La capacidad de asombrar de estos lidercillos nuestros parece inagotable. Ahora se acogen al espurio espíritu de la E.S.O. (Educación Secundaria Obligatoria) –que no es tan mala, en realidad, pero ha sido aplicada lamentablemente y con cuatro leyes educativas distintas– y pretenden promocionar a las terceras elecciones generales con las asignaturas más importantes suspensas. Aspiran a la permanencia, a toda costa, en sus cargos de partido y en las cámaras representativas para las que han sido elegidos dos veces ya, pese a que no se han ganado el sueldo en estos diez meses. No quieren asumir lo que el electorado expresó el 20 de diciembre de 2015 y repitió el 26 de junio de 2016, lo cual agrava la pretensión inmoral de hacernos votar por tercera vez. ¿Cuántas veces más necesitarían? Está claro que, como todo sinvergüenza que cobra después de hacer mal su trabajo, éstos quieren continuar viviendo del cuento indefinidamente.

"¡Eso NO es así!", gritémoslo como cuando estamos de cañas en el bar o en el fútbol. El voto disperso del electorado ha rechazado el bipartidismo ibérico, cuya mayor hazaña ha consistido en sembrar el país de corruptos. La gente quiere que los políticos dialoguen, que se forme un gobierno de coalición y que haya una oposición constructiva. Pero ni la “vieja” ni la “nueva” política, con alguna honrosa excepción, están a la altura del mandato. El grueso de los líderes y de los cargos ejecutivos de los partidos han desperdiciado sus oportunidades y no merecen la tercera. Deberían retirarse y ceder el sitio a otros más capaces porque, si no, ¿qué se supone que tendríamos que hacer? En el caso de que llegasen –lleguen– las terceras elecciones generales, con los mismos candidatos, qué tendría que hacer el pueblo para hacer respetar su voluntad soberana. ¿Resignarse por enésima vez e ir a votar con normalidad?

Si sufrimos –cuando suframos– ese déjà vu fatal, yo sugiero que los votantes voten manifestando la indignación, suponiendo que haya gente indignada, desde la ortodoxia ibérica si creen que se sentirán mejor así. Podemos recurrir a nuestro catálogo de fatalidades típicas del país. Vayamos a los colegios electorales pero no entremos. Rompamos las papeletas en la puerta. Tiremos los pedazos al suelo. Orinémonos en ellos. Después, quien quiera que se fume un porro, que se vaya de cañas o que se cuele en el cine… Con la dignidad intacta y la satisfacción escatológica de haber desmenuzado y lubricado adecuadamente los votos que, luego, la clase política ibérica se pasará por el arco del triunfo.

domingo, 11 de septiembre de 2016

Fatalidad ibérica 

Apuntes de castellano y política peninsular (I) 


Existe en castellano una coletilla exasperante, al menos para mí; una tosca gema incrustada a sangre y fuego en el idioma y en nuestro –no sé si denominarlo– fatalismo, resistente fe en la providencia o gregarismo ibérico. Se trata de una locución que suele emplearse para dejar en evidencia al idealista, al iluso o al inocente que ose no ya quejarse sino comentar una circunstancia injusta o una conducta reprobable. Sus usuarios se presentan como depositarios de una sabiduría atávica, una suerte de pragmatismo idiosincrásico, imperecedero e incuestionable, resumido en tres palabras que pueden desautorizar a cualquier español que no se conforme con el statu quo. Atentos, queridos estudiantes de español, porque la frase implica un corolario fatalista que conmina a la pasividad y a la sumisión.

Pongamos algunos ejemplos de uso en respuesta a distintas apreciaciones generales y más o menos subjetivas. Si uno dice que “las esquinas y los parques, en muchas ciudades españolas, huelen a orines y a porro”, siempre habrá otro que replique diciendo: “¡Ea, eso es así!”. Si en el trabajo, entre los amigos o en la familia nos lacera constantemente algún energúmeno o alguna persona tóxica, siempre saldrá un abogado defensor que diga: “Hay que entenderlo. Él es así”. Cuando una conocida página de venta online de entradas para espectáculos se auto-compra por medio de una filial y, a la media hora, te revende las entradas del concierto de Springsteen triplicando el precio de venta oficial, será inevitable oírle decir a algún comprador habitual que “eso es así”, en España.


Más ejemplos, a ver si yo mismo lo asimilo. El hecho de que todo el mundo vocee en los bares españoles, eso es así. Intentar colarse o irse de un sitio sin pagar, eso es así si quieres demostrar que eres “espabilao”. La costumbre extendida de tirar inmundicias por los balcones y por la ventanilla del coche. En este país eso es así, ¿no? Tener preparado y soltar un sonoro exabrupto cuando otro conductor te pita por saltarte un semáforo, eso es así por supuesto. Ir al fútbol para drenar la mala leche, acumulada a lo largo de la semana, con vituperios al árbitro y al otro equipo. Eso es así, no seamos tan remilgados. Aunque, sin movernos de ese ámbito, la expresión se refina cuando los entrenadores y los jugadores sueltan su notoria justificación polivalente, “el fútbol es así”, o la tautología deportiva por excelencia de “el fútbol es fútbol”.

Calumniar a los mejores mientras se da crédito a los mediocres y a los embusteros: eso es así en virtud del igualitarismo democrático, supongo; de hecho, cuando alguien tiene éxito, inmediatamente le sale  una legión de adeptos envidiosos. De ahí, quizás, la tendencia de la Administración pública a colocar en los puestos de responsabilidad a los más veteranos y expertos –aunque la experiencia consista en calentar sillones, esquivar fatigas y hacer oídos sordos– en vez de contar con el personal más cualificado y diligente. Tanto los asalariados como los autónomos estaremos de acuerdo en que eso es así. Entretanto, los servicios de Inspección de la Administración nunca hacen nada con respecto a los trabajadores que incumplen la normativa y las obligaciones. Si acaso se toman todo el interés al actuar contra los que critican esa mala praxis. Esto último es así también, lo afirmo fehacientemente.

(Continúa en la siguiente entrada)

miércoles, 1 de junio de 2016

Huérfanos de la Belleza (III) 

Historias y músicas de cine  


Colaboración para la revista Zambra DigitalI.E.S. Justo Millán. Hellín 

Rodaje de Spartacus. Stanley Kubrick (1960).
Enlaza con The Guardian film section (2009)

Empezaré atenuando el dramatismo del encabezamiento porque me atrevería a firmar que, igual que la energía, la belleza ni se crea ni se destruye. Los humanos, si acaso, podemos reconocerla y recrearla con más o menos brillantez; y podemos –y solemos– modificar nuestra sensibilidad al percibir y al tratar de recrear no sólo la belleza natural sino también nuestros artefactos culturales.

Cíclicamente, el cambio –en el sentido heraclíteo– nos conduce a adoptar o a descartar principios estéticos, estilos y tendencias, las llaman ahora. Adoptamos, abandonamos, transformamos y universalizamos estilos y modas, aún sin tener consensuada una definición unánime de belleza.

Pero la belleza no muere, no. Lo que sí hacemos periódicamente es dejar que la sensibilidad y las obras de arte de otros tiempos se desvanezcan por el olvido. Incluso hay épocas en las que el conocimiento humanístico queda postergado por las leyes educativas, mientras que el dedo de la industria y la mercadotecnia nos bambolea como a huecos tentetiesos cada cuarto de hora.

Hoy esa clase de progreso, orquestado al compás febril de las modas, se apoya en las omnipresentes tecnologías de la comunicación. Con ellas los filtros de la belleza –la autoridad, la calidad, el buen gusto, la oportunidad o la pertinencia– han adelgazado hasta magnitudes microscópicas. En nuestra civilización lo más apreciado ya no es lo mejor, artística o técnicamente, sino lo más lucrativo y lo más inmediato.

De lo antiguo, de lo clásico, de lo viejo ni hablamos. Para muchos jóvenes, no todos, cualquier obra anterior a su fecha de nacimiento es “prehistórica” (me han llegado a decir) aunque, en honor a la verdad, ellos no tienen la culpa de aquello en lo que los mayores los maleducamos. Las personas deberíamos conducir el cambio y el progreso, y no al contrario. Para eso sirve la Educación.

Maureen O'Hara y John Wayne en un fotograma de The Quiet Man. John Ford (1952).
Enlaza con la escena del pub en Youtube


Por fin, nos encontramos en el punto al que yo quería llegar. El cine –no sólo el clásico, por lo que compruebo entre nuestros estudiantes– está convirtiéndose en un arte ajeno para la mayoría de ellos. Ojalá la industria del cine, el arte total de nuestro tiempo, encuentre los formatos y las plataformas que vuelvan a asegurarle el interés del público y la rentabilidad de otras épocas. Pero dudo mucho que vuelva a ser la industria de artistas y artesanos que fue, con la repercusión social que tuvo.

Hubo un tiempo en el que Hollywood produjo obras de arte arriesgadas e irrepetibles. Hubo actores, directores, escritores y productores que se atrevieron a enfrentarse a su Gobierno en defensa de los derechos civiles que atropellaba; profesionales que o acabaron en la lista negra del senador McCarthy o se señalaron por no delatar a sus colegas. Aquellos artistas, y productores, hicieron películas con mensajes comprometidos, incómodos, perdurables. E hicieron Arte, con mayúsculas, porque recrearon belleza.

Aquellas historias difundieron ideas revolucionarias –de pura justicia social– como el valor inmaterial de las personas y los sentimientos, el valor relativo de la riqueza, la dignidad y la igualdad de los desclasados, la libertad de conciencia, la necesidad de enfrentarse a la corrupción y a los abusos de autoridad, el anti-militarismo, etc. Y, por supuesto, la dirección, los repartos, la fotografía, la escenografía, el vestuario, la narración y las bandas sonoras habían de ser… “De cine”. En el siglo XX, la expresión llegó a emplearse como sinónimo de “bello”.

Un ejemplo muy claro empezó con la novela Spartacus (1951), de Howard Fast, que tras vender 40.000 ejemplares llegó a ser prohibida y retirada de las bibliotecas públicas norteamericanas. Años después, Kirk Douglas convenció a la Universal Pictures para rodar la película y forzó la inclusión en los títulos de crédito de Dalton Trumbo, el guionista perseguido por el macarthismo que había hecho la adaptación de la novela. La película fue un éxito rotundo, obtuvo cuatro Oscars, entre otros premios, y acabó con la lista negra.

De las bandas sonoras de aquellas películas qué voy a decir. Cualquier oído paciente y sensible siempre apreciará su belleza y romanticismo. La banda sonora de Alex North para Espartaco, de Stanley Kubrick, contiene pasajes que fluyen entre la lírica, la épica y el drama con una elegancia impecable. Y aún, permitid que introduzca un contraste: la banda sonora de otra gran historia, más costumbrista, El hombre tranquilo de John Ford. Con ella, Victor Young recrea airs y jigs tradicionales para sublimar el homenaje magistral de Ford a la vieja Irlanda de sus antepasados.

Os invito a escuchar estas dos piezas y después, si queréis, las bandas sonoras íntegras (están en Spotify). Pero no os perdáis la experiencia total de ver estos dos peliculones, esta misma semana. Hoy en día es fácil, posiblemente demasiado.

Love Theme from Spartacus, compuesta por Alex North para la banda sonora.


The Isle of Innisfree, compuesta por Richard Farrelly (1949).


domingo, 8 de mayo de 2016

POR LOS CERROS DE LA PENÍNSULA – 6 

Sierra de los Donceles. Comarca de Hellín. Albacete 


Colaboración para la revista Zambra DigitalI.E.S. Justo Millán. Hellín 

Cuerda de la Sierra de los Donceles

Sin ser un experto, creo que sería difícil hallar un topónimo más polisémico que el de Sierra de los Donceles. Para los forestales no hay duda, es la sierra de los pinos donceles o piñoneros. Para los agricultores de estos fértiles campos bien podría ser la sierra de los dulces frutos. Y para los eruditos el catalanismo podría hacer referencia a quién sabe qué caballeretes del siglo XIII. Aunque también podría haberse llamado la sierra de Aníbal, igual que el camino que la cruza, abierto por el general en su ruta hacia el interior de la Península siguiendo el curso del Río Segura. Pero no.

Nuestra Sierra de los Donceles se extiende desde Las Higuericas, paraje próximo al Puente de Azaraque, en Agramón (al Este), hasta Sierra Seca y Tavizna, en Mingogil (al Oeste); obligando al Mundo a recorrer unos kilómetros más antes de juntarse con el Segura. Desde su cuerda, sin necesidad de alcanzar el Pico Donceles (808 metros), se domina una extensión de tierras de colorido y usos muy diversos: arrozales, choperas, esparto, frutales, olivar, pinar, vid, saladares, yesares, etc. Y, en todas las direcciones, emergen lomas y serrezuelas acotando las polvorientas ramblas y las verdes vegas.

Pinos supervivientes del incendio de julio de 2012.
Al fondo, a la izquierda, los Cerrones de Terche

Restos del incendio entre el monte bajo.
Al fondo, Agramón y la Sierra de Cabeza Llana

Descenso hacia el Azaraque

Ya que no es posible contemplar los arrozales del Segura y el Embalse del Cenajo desde aquí, las vistas más llamativas las proporcionan, al Norte, los Cerrones de Terche, la Sierra de Cabeza Plana, el Calvario de Agramón, el Río Mundo a su paso por la Finca del Azaraque (o del manantial), el Pitón Volcánico de Cancarix, en la Sierra de las Cabras; y, al Este, el Embalse de Camarillas y el promontorio de caolín de La Camareta, en el Tesorico. Por cierto, las estancias del Eremitorio de La Camareta, con su emplazamiento y con sus inscripciones íberas y paleocristianas, dejan boquiabierto al más pintado.

Después de tantos años ya conduciendo por estas tierras camino de Andalucía, tengo que confesar que no me canso de atravesarlas y que, desde que empecé a conocerlas más de cerca, a pie, ejercen en mí una atracción difícil de explicar. De hecho, este contraste violento entre los montes explotados hasta el agotamiento fitológico y los montes boscosos, estos ondulantes campos de cultivo que producen oro vegetal con un poco de agua, la herencia arqueológica y la intrahistoria de estas tierras, la vista de las primeras estribaciones de la Sierra del Segura… Todo esto produce cada día un efecto terapéutico en mí, en parte porque –que quede entre nosotros– nunca me acostumbraré a vivir en una llanura.

A los que tenéis la suerte de vivir en esta comarca, de ver los dientes de la Sierra de los Donceles desde casa o de poder salir en bici a rodar por estos caminos, os felicito y os animo a disfrutar. La naturaleza está ahí para eso, cuidándola y estando dispuestos a defenderla de la contaminación, de la especulación, del fuego, del fracking, de la sobre-explotación y de lo que haga falta. Nuestros campos, montes y ríos no son sólo algo nuestro, como difundía el Instituto para la Conservación de la Naturaleza hace años. Son nuestra casa. Son nuestra propia vida. Que nadie juegue con ella ni por todo el oro del mundo.

Embalse de Camarillas y La Camareta vistos desde Los Donceles

Rebaño abrevando en el Camarillas. Foto de Paco Botella


Entrada dedicada a mi amigo Joaquín Martí, in memoriam,
gran amante del deporte en la naturaleza y mejor persona.


miércoles, 20 de abril de 2016

EL ESCRIBIENTE DE CARTAS 

En el verano de 2002, a la vuelta de unos días de acampada con varios alumnos, no pude parar hasta dejar escrito el cuento Nadie vive en Pradomira, la narración de otro encuentro inefable. Este que sigue, escrito dos años después, es su secuela directa; de ahí la enigmática primera oración. Tarde o temprano os invitaré a leer aquel también. Ambos pertenecen a la colección inédita La teoría del polvo


Ciertamente, nadie vive en Pradomira. Ahora lo sé. Pero ignoro, o más bien quiero hacerlo, cómo pudo extenderse por la serranía el rumor de que había un excursionista atravesando los calares provisto de lápiz y papel y que había arreglado un encuentro amoroso entre dos serranos distanciados por los mismos barrancos y lomas que los vinculan. Nadie llegó a conocerlo, como es natural. Pero los que llevaban esa clase de existencia apartada mantuvieron durante algún tiempo la esperanza del encuentro con el mensajero de la providencia, que en esta región del país era todavía objeto de fe.

Una mañana de mayo en que Arguellite me había recibido embozada en un capote neblinoso agujereado todavía por sus luces blanquecinas, coincidí en la tienda-taberna de la aldea con un cortijero que le hablaba a la botella de orujo que tenía delante, en uno de los dos mostradores enfrentados. La mirada inevitable que le dirigí encontró la suya, de reojo sin despegar los codos del otro mostrador. Esperaba a que me despacharan pan, salchichón y tomates. El tendero había ido a buscarme los tomates.

¿Qué? ¿A caminar por el monte? Se giró del todo.

Pues  sí.

Yo he bajado del cortijo a ver a uno. Pero se ve que no se ha levantado todavía. Si viviera donde yo, sin luz ni agua corriente, se acostaría y se levantaría con el sol. Aquí me tiene el señorito, esperándolo hasta que él quiera.

Normal, teniendo en cuenta que hoy es domingo.

Se amontonaría anoche y, claro, tampoco tendrá mucho que hacer hoy. ¿Para dónde va usted? ¿Para la Peña Palomera quizá?

Creo que...

Esta madrugada no, pero últimamente han caído unos buenos escarchazos ahí arriba. Mi cortijo está un poco más abajo y el agua de la alberca casi se helaba como en pleno invierno. Si yo quisiera, podría vivir en Yeste o en Hellín. En los dos sitios tengo casa, bien acondicionadas las dos con su calefacción y todo lo demás. Lo que pasa es que yo no sabría vivir así. Mis dos hijas sí están en la casa de Hellín. Son estudiantes, ¿sabe?

Puede que las conozca.

¿Viene usted mucho por aquí? Cuando suba verá qué casa se ha hecho un forastero en las Quimeras. Hay que tener valor para hacerse una casa como esa, tan a la vista. No digo yo que no se haga uno una piscina si puede permitírselo. Pero mira que pintar la casa de rosa. Si se le llega a ir la mano, parecería que tenemos club en el Arguellite. Él sabrá. A lo mejor... No, no lo creo, ¿no?

Sí, conozco la casa, pero no creo.

Hay que tener ganas... Una cosa es construir con los materiales de ahora y otra distinta es hacer eso, hombre. Una casa aquí en la sierra no puede ser rosa ni parecer un puti-club. Aquí somos de otra forma y eso hay que respetarlo. Y el que quiera una mujer  de esas, que trasponga a la capitaleja o a Madrid, que no sería el primero. Menudo berrinche me se llevaría la madre si le levantaran al lado otro cortijo pintado de rosa o de rojo. Aunque a algunos cortijos nuevos no les vendría mal una mano, siquiera de rosa, para tapar todo lo que les echan de cemento y uralita.

Totalmente de acuerdo en lo del cemento y la uralita.

¡Ah! ¿Conoce usted al Curita? Ese sí que sabe vivir. Se fue de la aldea con nueve años. Estuvo en el seminario hasta los veinticuatro, pero a la hora de la verdad se escapó de ordenarse. No sé en qué andaría después que al cumplir los treinta ya lo teníamos aquí construyéndose la mejor casa y sin dar ni golpe desde que volvió. Se pasa el día por las sendas y los carriles con un libro y sólo se para a hablar con don Pascual cuando viene de Yeste. A los demás nos apaña con los buenos días y un saludo con la mano que parece que te está tirando una bendición al suelo.

He conocido a alguno de esos medio curas.

Pues por eso será: para que no lo distraigamos de la lectura. Apuró la copita con un movimiento disciplinado, se quedó pensativo unos segundos y retomó la palabra. Dicen que anda por esta sierra uno que escribe cartas de amor y arrejunta a la gente. Dicen que hace cosa de un año arrejuntó al pastor del calar con una enfermera de Hellín. Quién lo iba a decir: Paquillo el de La Moheda con una enfermera. Tuvo que escribirle unas letras bonicas de verdad. ¿No lo conocerá usted también?

A ese sí.

¡No, claro! No se van a conocer todos los excursionistas que suben aquí. Yo tendría que toparme con ese escribiente de cartas. Si fuera capaz de ponerme en contacto con la Petra... Desde que se fue a la parte de Paterna con la familia no he sabido nada de ella. Claro que sería difícil que hubiera seguido soltera, pero a lo mejor nos apañábamos ahora que estoy viudo. La Charo me dio dos buenas hijas, pero a la que yo quería era a la Petra. Si no me se hubiera ido la cabeza con la Charo como me se fue. En fin. Voy a acercarme a lo de éste. Se levanta la niebla. Va a tener un buen día para andar. ¡Con Dios!

Sí, vaya usted con Dios y con San Aureliano y Santa Odila.

Y con San Blas. ¿Ya se va el Sordo-mudo? Buena charla han tenido.

Por su parte bien buena.

¿Quiere algo más?

No.

Entonces a ver: los tomates con el pan, el salchichón y el almuerzo hacen trescientas pesetas.

Eso son dos euros más o menos, ¿no?

¡Ea! Dos euros y estamos en paz.


Foto de Antonio Puertas

jueves, 7 de abril de 2016

POR LOS CERROS DE LA PENÍNSULA – 5

Parque Natural de los Calares del Mundo y de la Sima. Albacete 


Ruta lineal por el Calar del Mundo (31 de octubre de 2015) Mesones, Riópar (Río Mundo, 902 m) – Fuente de la Higuera – Coto de las Fábricas – Cerro de las Cruces (1.599 m) – Fuente del Espino – Poljé del Pozo de la Bomba (1.480 m) – Viboreros – Torca de los Tejos (1.608 m) – Pocico de Arriba – Mirador de los Chorros (1.330 m) – La Caldereta – Morra del Navacico – Collado del Agetar (1.341 m) – Cortijo de la Basilisa (Río Mundo, 950 m) – Haza de la Sabina – El Chaparral – La Casa de la Noguera, Riópar (970 m) • Unos 25 kilómetros lineales.

Torca de los Tejos. Calar del Río Mundo (27 de febrero de 2016). Foto de Felipe Salas

Concluido este otoñal invierno, que ha traído tan solo una nevada fuerte justo antes de acabar a modo demostración simbólica de su rigor, voy a concederme una mirada atrás.

En el último día del antiguo verano celta, nos echamos a andar por el Calar del Mundo con el propósito de conectar en una ruta algunos de sus parajes y tejos más singulares. Lo de “conectar” Mesones con La Casa de la Noguera por el Calar tiene peor explicación habiendo poco más de 6 kilómetros por carretera. Supongo que este es el tipo de objetivo que muchos no terminan de entender aunque, si se imaginasen la hermosura y la profusión de colores del monte, si sospechasen la frescura y los olores que despide en esa época… Desearían que hubiese una carretera hasta el Coto de las Fábricas, ¿no? Otros nos opondríamos, naturalmente.

En realidad, adentrarse para cruzar este extenso y a veces laberíntico karst siempre exige atención y conocimientos de orientación, aún con condiciones meteorológicas óptimas. De manera que acercarse a la Torca de los Tejos tras una nevada, por ejemplo, puede constituir una aventura en toda regla. La profundidad variable de la nieve, la desaparición de los senderos, las dolinas, las simas y la escasez de referencias visuales claras en las zonas más altas demandan equipo, experiencia y prudencia a partes iguales.

Sin menoscabo de otros parajes soberbios ubicados en el Calar del Mundo como Pozo Romero, la Laguna de Bonache –o de Siles–, o el Melojar de Cotillas y subrayando que el número de rutas bonitas y variadas que pueden hacerse a lo largo y ancho de esta alcazaba kárstica es abundante; diré que la ruta de hoy recorre todos los pisos bioclimáticos y tipos de paisaje del calar, desde la ribera hasta el lapiaz y el torcal, y que presenta una amplia alternancia forestal, desde el pino laricio hasta el roble melojo, pasando por la encina, el quejigo, el acebo, el arce, el avellano, el enebro y el tejo, claro está. De la diversidad de plantas arbustivas y de hongos y de los endemismos ni sé suficiente ni voy a escribir, descuidad.

Por otro lado, avistar la escurridiza fauna no es tan fácil pero un grupo pequeño de caminantes silenciosos puede sorprender a la cabra montesa, al ciervo y al jabalí. Al buitre leonado nadie lo sorprenderá, ni siquiera en el muladar de La Caldereta. Será él el que tome la iniciativa.

Puede decirse, en conclusión, que los visitantes que cada fin de semana invaden masivamente el área de las pozas de Los Chorros o los que pasean por la carretera en las inmediaciones de los Baños y del Vado de Tús se quedan a las puertas de los auténticos misterios de estas damas de agua. A mí me parece bien y, por eso, no hago siquiera la intención de publicar el trazado de nuestras rutas sobre el mapa.

Lo que sí espero es que estas tres últimas entradas contribuyan a desmentir las críticas ignorantes sobre la riqueza y la variedad paisajística de Albacete. El Calar del Mundo, el Calar de la Sima, el Hueco de Tús y el Río Tús –que nace entre ambos calares– conforman uno de los espacios naturales más valiosos no sólo de la provincia sino también del Sur de la Península Ibérica. Ningún neófito espera tal cosa la primera vez y, a nosotros, nunca dejará de fascinarnos.

Progresión en nieve polvo, hacia la Torca de los Tejos (27 de febrero de 2016). Foto de Felipe Salas

Grieta del Cerro de Las Cruces. Foto de Roberto Castillo

Poljé del Pozo de la Bomba. Foto de Santiago Laserna

Vista del Calar del Mundo desde Viboreros. Al fondo, el Pico Argel (1.698 m). Foto de Roberto Castillo

Torca de los Tejos. Calar del Río Mundo (31 de octubre de 2015). Foto de Roberto Castillo

Cabras de raza negra serrana. Foto de Santiago Laserna

Hacia el Mirador de Los Chorros. Al fondo, la Peña del Cambrón. Foto de Roberto Castillo