Sobre el incendio de la Dehesa del Sacromonte, de Granada, del 29 de mayo de 2022. Por alusiones
Apuntes de castellano, periodismo y política peninsular – 5
Valle del Darro y Abadía del Sacromonte (31 de mayo, 2022) |
La política de la corrección lingüística y la discriminación positiva, lo creo sinceramente, enmascaran mucho más de lo que contribuyen a paliar o a solucionar los problemas sociales y, en realidad, cualquier otro asunto como este sobre el que quiero tratar. El fenómeno no se circunscribe a la política y al ámbito de los gobiernos locales, regionales o nacionales. Hace mucho que buena parte del cuarto poder se sumergió en esa corriente, por el control institucional y las subvenciones, por la cómoda recurrencia a un lenguaje más inclusivo pero a menudo agramatical e impreciso, por puro papanatismo o por todo junto.
Según la prensa local y otros medios de comunicación nacionales, que supongo que reproducirían la noticia literalmente, el día 29 de mayo después de las cuatro de la tarde, una barbacoa desatendida provocó un incendio en el Cerro de San Miguel. En las primeras informaciones, los dos sospechosos de haber provocado el incendio eran unos "excursionistas". Cuarenta y ocho horas después, se les llamó "jóvenes que acampaban" y se hablaba de 170 hectáreas quemadas en el valle del río Darro. Por cierto, leyendo los artículos de prensa, parecía que aliviase saber que ambos jóvenes, mayores de edad, ya estuviesen en libertad provisional, con cargos.
A mí, personalmente, me alivia poco que anden sueltos unos irresponsables probados, sean cuales sean sus creencias, edad, estilo, etnia, orientación sexual o régimen alimenticio. Por ese motivo y por alusiones, más que sobre el suceso y los antecedentes conocidos y silenciados, me he propuesto censurar las inveteradas costumbres de no "llamar a las cosas por su nombre" y de "mirar para otro lado", que van de la mano. Los excursionistas y los jóvenes, al parecer, podemos aguantar el chaparrón, pero los responsables verdaderos no. ¿Por qué?
Es cierto que en las inmediaciones de la Ermita de San Miguel Alto, en la zona Sur del Cerro de San Miguel y parte alta del Haza Grande, hay una explanada que sirve como área de descanso y pernocta para viajeros con autocaravanas. De modo que, en principio, era razonable no dudar de la prensa y aceptar que hubiesen podido ser dos viajeros los perpetradores de la barbacoa, en un monte cuya hierba había comenzado a amarillear por el calor y en un día en que la brisa podía hacer que toda la Dehesa del Sacromonte prendiese rápidamente.
Por otro lado, como alternativa, cabía preguntarse qué clase de excursionistas acarrearían un equipo de barbacoa por esos montes. Como excursionista y asiduo de la zona, no me parecía concebible ni digno y, desde luego, no creo que ninguno de mis camaradas senderistas y montañeros haya intentado ni intentase nada parecido jamás. No es lógico ni práctico ni nada que pueda expresarse con esdrújulas ni es el objetivo de una excursión, que tiene un carácter más deportivo que gastronómico.
Bien pensado, lo más probable es que el incendio ni hubiese sido provocado por campistas autorizados ni hubiese sido provocado por deportistas o excursionistas si medió una barbacoa. ¿Qué perfil de individuos -he aquí una expresión periodística más sutil y en absoluto ofensiva que, sin embargo, ha caído en total desuso- podía cometer esa insensatez criminal? Aportaré un par de pistas. El puntal Sur del Cerro de San Miguel no ardió, lo que elimina la posibilidad de que la barbacoa se hubiese encendido en la explanada de la ermita. En cambio sí es un hecho conocido que, desde hace varios años, hay moradores acampados permanentemente en las laderas de la parte oriental del Cerro de San Miguel, la zona en la que ambos individuos pudieron causar el incendio; incendio que se extendió hasta la cota de los 950 metros y que fue detenido unos 80 metros al Este del Centro de Transmisiones nº 15 del Ejército de Tierra, que luego se propagó al monte Manflor, avanzando a unas decenas de metros por encima de la Abadía del Sacromonte, y que alcanzó al Monte Jute y a la Loma del Hospicio.
Cerro de San Miguel y Sacromonte (31 de mayo, 2022) |
¿Por qué la prensa no mencionó los campamentos ilegales? Tengo que insistir. Mi hipótesis es que el encubrimiento o la ocultación de las evidencias no respondan tanto al afán de proteger a los okupas de las laderas de la Dehesa del Sacromonte como a cierta lealtad debida a la autoridad a la que correspondiesen los deberes de conservación y de vigilancia del enclave forestal y que, claramente, no habría hecho cumplir la normativa de ámbito autonómico que prohíbe la acampada libre, es decir la Ley 2/1992, de 15 de Junio, "Forestal de Andalucía" y el Decreto 26/2018, de 23 de enero, de ordenación de los campamentos de turismo (...) de la Consejería de Turismo y Deporte de la Junta de Andalucía. Demasiado bien sabemos que la gran preocupación de muchas administraciones y del periodismo mediocre, o endeudado, es atenuar el alcance de una noticia, más que señalar y, a la postre, prevenir o perseguir las conductas delictivas, inmorales e irregulares, así como las omisiones que propician determinados actos y sucesos.
Helicóptero refrescando el Barranco del Teatino y Loma del Hospicio, a la derecha (31 de mayo, 2022) |
El mismo helicóptero sobre el Monte Jute (31 de mayo, 2022) |
Entre la temida -pero desigualmente formada e informada- opinión pública, estoy seguro de que todavía habrá defensores de los que no respetan nada, público o privado, como si esos hijos de Atila no debiesen contribución u obligación alguna a cambio de las comodidades, los derechos y los servicios públicos, pisoteados e impracticables para los demás ciudadanos tras su paso. ¿Entenderán alguna vez esos "abogados de pobres" que, por la felicidad y la libertad mal entendidas de unos y consentidas por otros, pierde toda la sociedad? ¿Por qué hay que tolerar tal cosa? Aunque la expresión no guste en estos tiempos en que, si acaso, preferimos practicar la inefable "tolerancia 0", hay cosas que son intolerables; lo cual no nos convierte en intolerantes a los que lo proclamamos.
¿Mas, quién puede estar libre de culpa? El que escribe no. Por eso me gustaría concluir expiando la mía con esta confesión: yo mismo he sido uno de esos tolerantes Iberian style –por no decir gilipuertas– que, conociendo la okupación de los cerros de San Miguel y Manflor, no había denunciado el hecho aunque se me había pasado por la cabeza en numerosas ocasiones. Creía que para eso estaban los agentes y los guardas forestales. ¡Qué ingenuidad la mía, a mis años! De modo que ahora toca esperar algún lustro antes de volver a las sendas de la Dehesa del Sacromonte sin la rabia y la vergüenza de haber callado y -si pudiera ser, por favor- con el consuelo de que los incendiarios y la administración negligente hubieran afrontado las reparaciones y las indemnizaciones pertinentes.
De izquierda a derecha: Cerro de San Miguel, Monte Manflor, Monte Jute y Barranco del Teatino (31 de mayo, 2022) |