EL LÍDER IMPASIBLE. SEMBLANZA
Habiendo
presentado en la entrada anterior un sucinto catálogo de los líderes políticos
ibéricos, tengo que admitir que se me escapó uno, acaso el tipo más escurridizo
y extraordinario. Este líder cultiva como nadie la técnica de recular hasta el
extremo de la multiplejia y de la invisibilidad. Se sabe que le gusta la
pantalla de plasma para sortear esas preguntas aviesas y trabalingüísticas que
los periodistas se empeñan en plantearle. En cambio, resulta difícil encontrarlo
en las fotos en las que todo líder genuino debería aparecer.
Como
decía, se trata de un tipo de líder que escapa a cualquier intento de
clasificación. Es un tipo híbrido, depurado hasta la sublimación y que ha
asombrado, desconcertado y ejercido por la gracia de la fe ciega de sus
correligionarios. No se conocen antecedentes, si bien pueden reconocerse en él
rasgos de perplejidad más propios de algún Austria hechizado. Seguramente se comentará, con la perspectiva de los
años, que lo más asombroso de dicha cumbre del liderazgo ibérico estriba en que
su auge caprichoso y su declive necesario se producen anacrónicamente, a
principios del siglo XXI, y que ambos se deben a la misma razón.
Algunos
atribuyen el valor coyuntural de ese liderazgo a su origen gallego.
Probablemente conozcáis esa ocurrencia estereotípica conforme a la cual nunca
se sabe si un gallego sube o baja de la escalera. Pero esos mismos analistas probablemente crean también en
la minusvalía laboral de los andaluces, en la pereza subtropical de los
canarios, en la nobleza gentilicia de los castellanos, en la tacañería
congénita de los catalanes, en las dotes para murciar de los habitantes del
sureste peninsular, en la superioridad absoluta de la raza vasca, etc.
Naturalmente, el rigor de esta clase de análisis es nulo.
Alcanzado este
punto, lo que sí importa es si existe explicación al hecho de que un líder
pueda convertirse en tal cosa sin hacer algo o poseer alguna cualidad digna de
su rango. Cómo puede alguien llegar a ser y sostenerse como líder sin tomar
decisiones o, más bien, sólo acatando las provenientes de Alemania y del BCE. Cómo se puede liderar sin
conocimiento ni control de las actuaciones, demasiadas veces delictivas, de los
subordinados. Cómo se puede gobernar sin carisma ni ganas de tenerlo. Cómo
gobernar sin dar la cara, eludiendo actos, debates y ruedas de prensa. Cómo
puede un presidente conducir a ninguna parte a su país sin ánimo de dialogar
con nadie, ni con mayoría parlamentaria ni estando en minoría. Y cómo puede
permitirse un presidente de gobierno no demostrar aptitud, valentía y voluntad
para hacer algo ante un problema tan grave como el secesionismo, y dejar el
asunto al poder judicial.
El hecho es que se puede y que,
a decir verdad, el misterio del culto al líder impasible no es tal. Tiene una explicación tan lamentable como sencilla y no viene
dada sólo por la ceguera selectiva, por el fervor o por el interés de los creyentes del partido. La necesidad de
un líder como este es obvia en un periodo tan delicado como el actual. Cada
semana, debajo de cada asiento y en cada territorio donde ha formado gobierno,
al partido se le ha abierto una nueva causa de corrupción y se ha ventilado el
tufo de las causas viejas, cuya instrucción progresa lentamente en los
tribunales de justicia.
En la
política, entendida al modo liberal, hacen falta tíos y tías que “aguanten” los
chaparrones y los chuzos de punta impertérritos; tíos y tías capaces de proporcionar
explicaciones imposibles sobre “indemnizaciones en diferido” y otras salidas
similares para no admitir las evidencias de la corrupción consentida. Hacen
falta tíos y tías con la jeta como el muro de Berlín o con candidez mariana para defender a los que no
tienen defensa y tapar, con disimulo, que ha valido todo con tal de ganar
pasta… Porque ese es el principio y el fin de la ideología liberal. Por eso
sostienen que el Estado debe intervenir lo mínimo en las actividades
económicas. Y, para eso, el líder impasible-invidente-invisible-multipléjico es
insuperable.
Ahora bien, él -y sólo él- sí puede superarse a sí mismo. En los últimos días el
líder impasible es noticia porque, contra su costumbre, se ha fajado para
contraatacar a los adversarios. Se le ha visto y oído hablar con vehemencia
ante los medios de comunicación. Había rehusado ante S.M. la encomienda de
formar gobierno, tras haber “ganado” las elecciones generales, y ahora dice que
lo más “razonable y sensato” es que él y su partido presidan el gobierno. De
repente le acucian las ganas, la necesidad, de conservar la presidencia del
Gobierno de España. ¿Se lo habrán ordenado mamá Merkel y papá Draghi? ¿O será
porque no le apetece poner las barbas a remojar, todavía? Señores periodistas,
no se lo pregunten o recurrirá a un trabalenguas de los suyos.
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