Iberoamerica no alma / Iberoamérica en el alma (I)
Dentro
de unas semanas tendremos que volver a nuestros puestos de trabajo con el gesto
torcido y el corte de mangas presto para el Fondo
Monetario Internacional. De continuar en esa línea, cualquier año de estos
se descolgará ya por completo de sus propósitos fundacionales recomendando
abiertamente la semi-esclavitud laboral –al estilo de China– para las naciones y
las federaciones de estados que quieran ser competitivas. Pero concedámosles
todavía espacio a la naturaleza y a la lírica en nuestra alma (o llámese como quiera
llamarse a aquello que nos hace humanos).
Durante mi estancia en la colombina costa de Huelva, paseando por esas barras antillanas de arena, no ha parado de sonar en mi cabeza una dulce pieza de Milton Nascimento. A veces predominaba la guitarra del cantautor brasileño y, a veces, la voz y el contrabajo de Esperanza Spalding. Ponta de Areia (del álbum de 1975 Minas) es una buena muestra de cómo trasciende lo ibérico al fundirse en América con lo africano. Y la versión del álbum de la norteamericana Esperanza (2008) es una muestra de cómo continúa trascendiendo hasta el otro extremo del continente y del mundo.
La
otra pieza que estos días he canturreado hasta la desesperación de mi hijo –en
mi pésimo portugués– es A Felicidade, la composición de
Antõnio Carlos Jobim para la película de Marcel Camus Orfeu Negro (1959),
basada en la obra teatral de Vinícius de Moraes Orfeu da Conceição
(1954): filosofía y poesía envueltas en bossa.
Ni cabreados hasta el tuétano debiéramos desatender una sola de esas gotitas de
efímera felicidad, asediada permanentemente por la “tristeza sem fim”.
Saudaçãos
especiais, Brasil e Portugal.
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