Ayna: por los cañones y los cerros del Mundo
Por los cerros de la Península – 9: ruta iniciática (¡no de iniciación!) por los recónditos cañones, cornisas, cortijos y terrazas del río Mundo. Ayna, Albacete
Mapa de la zona del I.G.N. (Iberpix 4). Enlaza con Wikiloc |
Día 3 de febrero, 2.018. Ruta circular de algo
menos de 14 kilómetros en Royo Odrea: Los Cárcabos (663 m) – Barranco de Los Ortegas
– Peña de La Albarda (1.254 m) – cornisas
de la Peña del Caballo – bancales abandonados de La Tejera – Cueva del Niño (Barranco de El Infierno)
– vado del río Mundo en la vega del Avellano (690 m) – Cortijo del Avellano –
Cortijo de los Luisos – Los Cárcabos. Hoja 842-III,
Ayna – MTN 1:25.000 del Instituto Geográfico Nacional.
El temporal de frío y nieve avanza desde el Norte
de la Península y… ¿Vamos a quedarnos en casa esperándolo? Claro que no, hasta
el día siguiente no se prevén nuevas nevadas. Iniciamos la marcha a las 09:30
con un grado bajo cero de temperatura, aunque la sensación térmica es de seis
bajo cero. Los primeros repechos de la senda que parte del barrio de Los
Ortegas nos calientan pero, al asomar a los collados y en la umbría de La
Albarda y de las cornisas por donde progresa la ruta, el aire de febrero trae
el helor de todas las cimas de la sierra, que han amanecido nevadas.
La cima de La Albarda, con poca nieve, y su soleada
ladera Sur vuelven a hacernos entrar en calor. Desde aquí, nos adentramos en
las umbrosas cornisas superiores de la margen derecha del Mundo. No llegan a
ser cintos, o fajas, por su continua pendiente y tenemos que hacer algún
destrepe antes de enlazar con la vieja pista que baja de las Casas del Pozuelo
a las terrazas de La Tejera y El Infierno. Tanto los bancales como la pista y
los tramos de senda fueron abandonados hace mucho, por lo que es fácil perder
el camino. Conviene saber muy bien a dónde se va.
Desde que cesaron las labores agrícolas y
silvícolas entre los años cincuenta y setenta del siglo XX, la vegetación y los
zarzales en las riberas de los arroyos y del propio río han ocupado el monte
cerrando y ocultando pasos y tramos de camino. Las grandes rocas musgosas de
los desprendimientos se diseminan por el bosque, poco antes de alcanzar las
terrazas de labor incultas ya. Los robustos canteros de los bancales y de los
senderos que comunicaban estos cortijos entre sí y con el exterior de las hoces
testimonian el arduo esfuerzo por sustentarse en semejante medio.
Desde tiempo inmemorial, el ser humano fue
ganándole terreno al monte palmo a palmo, precariamente. Pero esos muros de
piedra que aún resisten, decenios después de su abandono, y las ruinas de los
cortijos por donde hemos de pasar indican prosperidad y hasta cierto bienestar, teniendo en cuenta el aislamiento de estas hoces cuya
principal virtud es la abundancia de agua y de fauna cinegética. José Luis me
dice, por ejemplo, que en El Infierno se han encontrado indicios milenarios que
sugieren que se acorralaba a la caza en los riscos del barranco.
La Cueva del Niño ofrece asimismo sus testimonios
prehistóricos de la presencia humana, incluyendo pinturas rupestres que
representan cabras, ciervos y serpientes. También pueden verse otros
testimonios vergonzosos de visitas humanas mucho más recientes. La cueva tiene
una antesala orientada al Sureste y una sala abovedada espaciosa en la que los
humanos modernos se han dedicado a desmochar las estalagtitas y las
estalagmitas. En la actualidad está cerrada con una doble verja y hay que pedir
cita para visitarla.
Comemos en la entrada de la cueva, bajo un último
rayo de sol directo. Mientras, contemplamos la escalinata del Cortijo del
Avellano, a unos cuatrocientos metros al Noreste y unos cien metros más abajo.
La ladera, impracticable en apariencia, será nuestra salida de la hoz del
Avellano, cuando hayamos vadeado el Mundo como Dios nos dé a entender. Previendo
que no hay puente, los cinco llevamos bañadores o ropa interior presentable.
También traemos los bastones para abrirnos paso entre los juncos y los zarzales
de ambas márgenes del río Mundo.
La senda que desciende a la chopera del Avellano
sale de la que se dirige a la Fuente del Halcón, fuera del cañón. Una vez en la vega, pronto encontramos
un buen vado, con poca maleza a ambos lados, aguas someras y fácil entrada y
salida del cauce. Afortunadamente, en quince minutos resolvemos la peripecia
que temíamos que pudiera habernos llevado tres cuartos de hora. El remojón,
hasta las rodillas, reactiva nuestra circulación sanguínea y nos corta la
respiración momentáneamente. Uno de mis amigos se infunde coraje berreando
aunque no es tiempo.
Son las 16:30 y solo nos queda ascender por el
puntal del Avellano hasta el collado por el que volveremos a descender al río
para atravesar el Cortijo de los Luisos y tomar la senda que, haciendo zigzag,
vuelve a sacarnos de la ribera del río y que nos llevará hasta Los Cárcabos. El
rompepiernas de esta segunda parte de la ruta incomoda a los menos
acostumbrados a transitar por el monte. Sin embargo, merece mucho la pena no
sólo por los sobrecogedores cañones que nos rodean sino por los vestigios antropológicos de un modo de vida que, no hace tanto, se extinguió para siempre.
En los Cárcabos, montamos en el coche para ir a Kamaría, el hogar del pensionista del
barrio de Las Hoyas. En este recogido bar, beatlemaníaco
y un tanto hippy, nos unimos a la parroquia habitual
para refrescarnos con las cervezas más frías que hemos tomado en nuestra
vida y calentarnos al lado de la estufa. Por fin logramos los dos objetivos
que, por momentos, resultan incompatibles. El punto y final perfecto para una
ruta deliciosa y un tanto exigente. La dificultad técnica es moderada pero
requiere buen ánimo, buena orientación y experiencia.
Royo Odrea (Ayna) desde La Albarda. Foto de José Luis González |
Punto geodésico de La Albarda y cimas nevadas de la Sierra de Alcaraz al fondo. Foto de José Luis González |
Cornisas de la Peña del Caballo. Foto de José Luis González |
Boca de la Cueva del Niño. Foto de José Luis González |
Río Mundo. Vado del Avellano. Foto de José Luis González |
Cortijo del Avellano. Foto de José Luis González |
Senda de salida del Cortijo de los Luisos hacia Los Cárcabos. Foto de José Luis González |
Saludos, camaradas:
María José, José Antonio, José Luis y Fernando.
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