No seamos idiotas (II)
La Guardia Civil apelando a la sensatez de un padre independentista. Día 1 de octubre de 2017. |
El Gobierno separatista de la Generalitat de Cataluña ha gestionado y manipulado los medios de comunicación y el sistema educativo de su comunidad autónoma, adoctrinando en el nacionalismo catalanista y sembrando el odio a España, con el fin de fomentar el independentismo. En los últimos años especialmente, así es como la Generalitat ha incrementado su producción de nacionalistas exaltados hasta cientos de miles. Y lógicamente allá donde se cultiva el fanatismo impunemente, cabe esperar cualquier cosa.
Lo que no creo que nadie hubiésemos sospechado es que
podríamos ver ciertas barbaridades propias del Estado Islámico sobre suelo español.
Las provocaciones y la violencia de los anti-sistema y de las milicias
callejeras ultra-catalanistas eran de esperar. Pero quién podía imaginar que
las familias independentistas utilizarían a sus propios hijos como rehenes, en
el interior de los centros de votación-teatro, y luego como escudos frente a
los cuerpos de seguridad del Estado, en las refriegas callejeras.
Tengamos todo eso en cuenta y reflexionemos.
¿Quiénes fueron los responsables de la tensión y la violencia del día 1 de
octubre de 2017? El independentismo había planificado perfectamente la jornada
calculando qué harían y cómo lo harían en cada momento, contando con la pasividad
cómplice de los Mossos d’Esquadra. Las
provocaciones, los insultos, el forcejeo y las arremetidas a la Guardia Civil y
a la Policía Nacional eran la otra parte del plan; de modo que estos tuvieron
que responder legítima y proporcionalmente.
Un guardia civil o un policía nacional casi tiene que
dejar que le encañonen antes de desenfundar el arma en legítima defensa. Hasta
ese extremo de moderación llegan sus actuaciones y, llegado el caso, así de
baratas salen sus vidas al enfrentarse con los criminales. Por lo tanto, en la
España constitucional, ningún ciudadano honrado, pacífico y responsable con
respecto a sus obligaciones tiene nada que temer de los cuerpos de seguridad
del Estado. En una manifestación ordinaria –y yo he participado en unas
cuantas– tampoco.
Ahora bien, la policía
política de la Generalitat de Cataluña, los Mossos d’Equadra, sí actuó arbitraria e irresponsablemente al
priorizar su lealtad a la causa independentista, desobedeciendo la orden de la
Fiscalía de Cataluña de precintar los centros de votación del referéndum ilegal.
A partir de ahí, se explica que los voluntarios secesionistas se envalentonasen
y que la agresividad de los más exaltados se concentrase en los cuerpos policiales
del aborrecido Estado español.
En medio del desamparo, la Guardia Civil y la
Policía Nacional sí hicieron lo que debían: cumplir la orden de defender el
Estado de derecho, conforme a la Constitución, y defenderse de los violentos.
Empezábamos a olvidarnos de las perversiones político-lingüísticas
como aquella de los “pobres chicos
violentos“, con la que se disculpaban las actividades de los pro-etarras de
KAS-Jarrai-Segi. Pero tragarse la cantinela victimista de estos otros
independentistas fanáticos, por muy adornada con claveles que la presenten, sería
un síntoma de idiotez nacional extrema.
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