lunes, 5 de febrero de 2018


Ayna: por los cañones y los cerros del Mundo  

Por los cerros de la Península – 9: ruta iniciática (¡no de iniciación!) por los recónditos cañones, cornisas, cortijos y terrazas del río Mundo. Ayna, Albacete 


Mapa de la zona del I.G.N. (Iberpix 4). Enlaza con Wikiloc

Día 3 de febrero, 2.018. Ruta circular de algo menos de 14 kilómetros en Royo Odrea: Los Cárcabos (663 m) – Barranco de Los Ortegas – Peña de La Albarda (1.254 m) – cornisas de la Peña del Caballo – bancales abandonados de La Tejera – Cueva del Niño (Barranco de El Infierno) – vado del río Mundo en la vega del Avellano (690 m) – Cortijo del Avellano – Cortijo de los Luisos – Los Cárcabos. Hoja 842-III, Ayna – MTN 1:25.000 del Instituto Geográfico Nacional.

El temporal de frío y nieve avanza desde el Norte de la Península y… ¿Vamos a quedarnos en casa esperándolo? Claro que no, hasta el día siguiente no se prevén nuevas nevadas. Iniciamos la marcha a las 09:30 con un grado bajo cero de temperatura, aunque la sensación térmica es de seis bajo cero. Los primeros repechos de la senda que parte del barrio de Los Ortegas nos calientan pero, al asomar a los collados y en la umbría de La Albarda y de las cornisas por donde progresa la ruta, el aire de febrero trae el helor de todas las cimas de la sierra, que han amanecido nevadas.

La cima de La Albarda, con poca nieve, y su soleada ladera Sur vuelven a hacernos entrar en calor. Desde aquí, nos adentramos en las umbrosas cornisas superiores de la margen derecha del Mundo. No llegan a ser cintos, o fajas, por su continua pendiente y tenemos que hacer algún destrepe antes de enlazar con la vieja pista que baja de las Casas del Pozuelo a las terrazas de La Tejera y El Infierno. Tanto los bancales como la pista y los tramos de senda fueron abandonados hace mucho, por lo que es fácil perder el camino. Conviene saber muy bien a dónde se va.

Desde que cesaron las labores agrícolas y silvícolas entre los años cincuenta y setenta del siglo XX, la vegetación y los zarzales en las riberas de los arroyos y del propio río han ocupado el monte cerrando y ocultando pasos y tramos de camino. Las grandes rocas musgosas de los desprendimientos se diseminan por el bosque, poco antes de alcanzar las terrazas de labor incultas ya. Los robustos canteros de los bancales y de los senderos que comunicaban estos cortijos entre sí y con el exterior de las hoces testimonian el arduo esfuerzo por sustentarse en semejante medio.

Desde tiempo inmemorial, el ser humano fue ganándole terreno al monte palmo a palmo, precariamente. Pero esos muros de piedra que aún resisten, decenios después de su abandono, y las ruinas de los cortijos por donde hemos de pasar indican prosperidad y hasta cierto bienestar, teniendo en cuenta el aislamiento de estas hoces cuya principal virtud es la abundancia de agua y de fauna cinegética. José Luis me dice, por ejemplo, que en El Infierno se han encontrado indicios milenarios que sugieren que se acorralaba a la caza en los riscos del barranco.

La Cueva del Niño ofrece asimismo sus testimonios prehistóricos de la presencia humana, incluyendo pinturas rupestres que representan cabras, ciervos y serpientes. También pueden verse otros testimonios vergonzosos de visitas humanas mucho más recientes. La cueva tiene una antesala orientada al Sureste y una sala abovedada espaciosa en la que los humanos modernos se han dedicado a desmochar las estalagtitas y las estalagmitas. En la actualidad está cerrada con una doble verja y hay que pedir cita para visitarla.

Comemos en la entrada de la cueva, bajo un último rayo de sol directo. Mientras, contemplamos la escalinata del Cortijo del Avellano, a unos cuatrocientos metros al Noreste y unos cien metros más abajo. La ladera, impracticable en apariencia, será nuestra salida de la hoz del Avellano, cuando hayamos vadeado el Mundo como Dios nos dé a entender. Previendo que no hay puente, los cinco llevamos bañadores o ropa interior presentable. También traemos los bastones para abrirnos paso entre los juncos y los zarzales de ambas márgenes del río Mundo.

La senda que desciende a la chopera del Avellano sale de la que se dirige a la Fuente del Halcón, fuera del cañón. Una vez en la vega, pronto encontramos un buen vado, con poca maleza a ambos lados, aguas someras y fácil entrada y salida del cauce. Afortunadamente, en quince minutos resolvemos la peripecia que temíamos que pudiera habernos llevado tres cuartos de hora. El remojón, hasta las rodillas, reactiva nuestra circulación sanguínea y nos corta la respiración momentáneamente. Uno de mis amigos se infunde coraje berreando aunque no es tiempo.

Son las 16:30 y solo nos queda ascender por el puntal del Avellano hasta el collado por el que volveremos a descender al río para atravesar el Cortijo de los Luisos y tomar la senda que, haciendo zigzag, vuelve a sacarnos de la ribera del río y que nos llevará hasta Los Cárcabos. El rompepiernas de esta segunda parte de la ruta incomoda a los menos acostumbrados a transitar por el monte. Sin embargo, merece mucho la pena no sólo por los sobrecogedores cañones que nos rodean sino por los vestigios antropológicos de un modo de vida que, no hace tanto, se extinguió para siempre.

En los Cárcabos, montamos en el coche para ir a Kamaría, el hogar del pensionista del barrio de Las Hoyas. En este recogido bar, beatlemaníaco y un tanto hippy, nos unimos a la parroquia habitual para refrescarnos con las cervezas más frías que hemos tomado en nuestra vida y calentarnos al lado de la estufa. Por fin logramos los dos objetivos que, por momentos, resultan incompatibles. El punto y final perfecto para una ruta deliciosa y un tanto exigente. La dificultad técnica es moderada pero requiere buen ánimo, buena orientación y experiencia.

Royo Odrea (Ayna) desde La Albarda. Foto de José Luis González

Punto geodésico de La Albarda y cimas nevadas de la Sierra de Alcaraz al fondo.
Foto de José Luis González 

Cornisas de la Peña del Caballo. Foto de José Luis González

Boca de la Cueva del Niño. Foto de José Luis González

Río Mundo. Vado del Avellano. Foto de José Luis González

Cortijo del Avellano. Foto de José Luis González

Senda de salida del Cortijo de los Luisos hacia Los Cárcabos. Foto de José Luis González


Saludos, camaradas:
María José, José Antonio, José Luis y Fernando.