sábado, 12 de septiembre de 2015

Independència en sabatilles / Independencia en zapatillas

El trenecillo de cremallera del Vall de Núria parte de Ribes de Freser abarrotado de excursionistas y turistas. Para en Queralbs unos minutos. Allí doblan el servicio para descongestionar los vagones. El aire de esta mañana de principios de agosto no refresca ni en las cotas superiores. Los viajeros sin asiento cambiamos de vagón, otros estiran las piernas en el andén y los fotógrafos buscan las cumbres soleadas con sus objetivos. Dos filas por delante, al otro lado del pasillo, se sienta una familia per la independència. ¿Cómo lo sé?

Independència en sabatilles

Este tipo de gestos son los únicos que avisan de que algo se cuece en la región. El detalle más llamativo lo aportan las banderas catalanas y las independentistas que pueden verse en uno de cada 30 ó 40 balcones en las comarcas del Alt Empordá, de La Garrotxa y del Ripollès, por ejemplo. Por lo demás, la vida de estos pueblos y ciudades rezuma normalidad y prosperidad. La gente se dirige a los forasteros con hospitalidad y en castellano si hace falta, aunque hablarlo les cueste un poco más. Las infraestructuras y todos los sectores económicos indican un desarrollo mucho mayor que el de otras regiones no ya españolas sino europeas; y conste que conozco unas cuantas.

Por eso ni la ambigüedad ni los circunloquios ni las pretericiones ni las tautologías de los políticos secesionistas pueden ocultar la contradicción de aspirar a otro modelo de progreso mediante la reconstrucción de la historia y la reclamación de fueros, privilegios para entendernos, como en la Edad Media. Tampoco es progresista la disgregación del territorio que se está promoviendo, más propia del feudalismo o de Los Balcanes, ni la manipulación de la ciudadanía desde las instituciones. Así, el mendaz revestimiento del voto de una tercera parte de la gente como “voluntad popular”, habida cuenta del 66% de abstención y del 19% de votos negativos en la consulta del 9 de noviembre de 2014, corrobora la tremenda obcecación.

Por otra parte, la desunión en las cuestiones esenciales hace que la España constitucional se replantee constantemente hasta su integridad y sus fronteras. Sin embargo un Estado no es más justo ni más democrático por ser blando ante el secesionismo o por dejar de proteger sus fronteras como debe. Un Estado débil en esos aspectos es, en consecuencia, ineficaz en su deber de asegurar el bienestar y los derechos de sus ciudadanos. Hay cuestiones en las que opinar a bulto, por bloques políticos, no nos beneficia a nadie. Hay opiniones que no son ni de izquierdas ni de derechas. Mientras sigamos creyendo esto y sigamos cayendo en las trampas de los partidos políticos, con sus cálculos electoralistas a corto plazo, seguiremos teniendo líderes papanatas que intentarán hacernos papanatas a todos.

La buena noticia es que la Generalitat de Cataluña no tiene ejército propio, como lo tuvo la Serbia de Milošević, para constituir una Gran Cataluña por la fuerza anexionándose la Comunidad Valenciana, la Franja de Aragón, las Islas Baleares, el Principado de Andorra, la Alta Cerdaña, el Rosellón y la ciudad sarda de Alguer. Los únicos desfiles multitudinarios que podrá organizar se harán en zapatillas; en eso debe estar tranquila la Generalitat porque superar al Tercer Reich es casi imposible. Y lo paradójico es que Artur Mas y compañía demuestran ser muy españoles –ibéricos hasta los tuétanos– por el peor extremo si no saben construir la Cataluña de mañana sin demoler la Cataluña de hoy.

Riu Onyar. Girona

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